sábado, 26 de mayo de 2007

CARIDAD Y RECIPROCIDAD

En la historia de la cultura occidental, el tema de la caridad es considerado comúnmente como un tema que tuvo su apogeo en la Edad Media, o al menos como un tema que pertenece al Antiguo Régimen, entendiendo a este último como el periodo que precede al nacimiento de los Estados nacionales modernos.
Esa idea muy expandida y no del todo equivocada no debería dificultar nuestra comprensión de las formas actuales de la caridad, pues ésta no es un problema caduco o agotado. Pienso que, en historia, debemos admitir que el problema de la caridad es un problema de muy larga duración y un problema que interpela aún nuestra sensibilidad actual.
Desde un punto de vista antropológico, es evidente que la caridad se inscribe en un problema más general y estructurante de las sociedades humanas. Es decir que sus raíces se hunden en el nacimiento de las sociedades humanas como sistemas de poder, como clasificaciones de los grupos y de los sujetos.
Explico estas dos apreciaciones.
En cuanto a mi primera apreciación: la caridad es un problema de larga duración y de actualidad. Es fácil constatar que ya desde los primeros tiempos cristianos las sociedades europeas y mediterráneas requirieron organizar el grave problema de la pobreza. Y que aún hoy la política de la pobreza de iniciativa oficial o privada, local o global, recurre constantemente a una concepción del sufrimiento y la necesidad ajenos como problema de compensación, o sea resoluble con gestos personales y afectivos como los actos que nacen de la compasión.
En cuanto a mi segunda apreciación: la caridad es un problema estructurante de las sociedades humanas. Debe ser leída como una de las formas de la reciprocidad. La diferencia entre yo y el otro, la distinción entre mío y tuyo son realidades de uno de los pilares de nuestra condición trágica de seres conscientes de la finitud, de la diferencia y de nosotros mismos. Ese fundamento de humanidad se llama alteridad e implica, desde los comienzos de las sociedades humanas, desde cuando ya no nos organizamos sólo como primates, sino como seres del lenguaje, de la técnica y de lo sagrado (o sea creadores de mundos virtuales), implica, digo, la reciprocidad.
Comprender la caridad como una de las formas socio-culturales que ha adoptado la reciprocidad es entenderla como parte de una economía y una moral de los dones. Específicamente, la que nos compete, es la economía y la moral judeo-cristianas.
Se ha estudiado mucho el problema particular de la limosna, del don y de la caridad en la moral judeo-cristiana como fundamento de la espiritualidad cristiana.
Pero hoy quiero mostrarles la inscripción de esa forma cultural particular en un conjunto más general señalado por la antropología desde comienzos del siglo XX: el del regalo que se hace a las personas con miras a congraciarse con los dioses y con la naturaleza.

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